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Cambio de Paradigmas


9 Pero Dios le dijo a Jonás: ―¿Tienes razón de enfurecerte tanto por la planta? ―¡Claro que la tengo! —le respondió—. ¡Me muero de rabia! 10 El Señor le dijo: ―Tú te compadeces de una planta que, sin ningún esfuerzo de tu parte, creció en una noche y en la otra pereció. 11 Y de Nínive, una gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y tanto ganado, ¿no habría yo de compadecerme? Jonas 4:9-10 Hace un tiempo vi la película “Dios no está muerto”. La vi con un grupo de hermanos en la fe, y si bien no me referiré a la calidad de la misma, hubo algunas reacciones que me llamaron la atención. (Si alguien no la ha visto, y desea verla, no lea las siguientes líneas). Casi todos nos sentimos complacidos de que el personaje que representa al antagonista del cristianismo, es decir, al que atacaba permanentemente a lo que tiene que ver con el cristianismo, muriera. Estuvimos de acuerdo, porque “se lo merecía”; fue el parecer general del grupo, incluso me sumé a tal razonamiento. No obstante, había algo que reflexioné posteriormente: ¿tan fácil es para nosotros como cristianos condenar o decidir quién merece o no la vida, que llegamos a estar de acuerdo cuando alguien que es “contrario al cristianismo” (como si nosotros no fuéramos muchas veces peor que los no creyentes) sufre? Somos en muchas ocasiones como Jonás o peores. Escapamos a una orden de Dios de predicar, diciendo en nuestras mentes que estas personas no se merecen el recibir el evangelio. Cuando hemos escapado y recibimos la retribución de Dios, nos volvemos a obedecer, pero muchas veces de malas ganas. Jonás hizo algo parecido: habiendo vuelto a obedecer, al predicar en Nínive, solamente predicara 1 día, siendo que la ciudad se recorría en 3 días. Y luego, cuando hemos predicado, esperamos ver como de todas formas, estas personas se pierden. Menos mal que Dios no es como nosotros. Él es justo, pero misericordioso. Por lo tanto el llamado esa que recordemos de donde hemos salido; recordemos que la mayoría de nosotros pertenecemos a los llamados “gentiles” (no judíos). Pero en algún momento Dios salió a nuestro encuentro, y, iluminados por la verdad de la resurrección, aceptamos su regalo de la salvación. El llamado a todos nosotros es a predicar a quién sea, sin importar su condición. Oremos por poder mirar a nuestro enemigo, como lo miraría Cristo. Hay una canción de un grupo que se llama The Brilliance, titulada “Brother”. Ellos cantan: “Cuando veo el rostro de mi enemigo, veo a mi hermano [...], Abre nuestros ojos para ver las heridas que unen a toda la humanidad”. Dejemos de ser como Jonás, y vayamos sin prejuicios a los perdidos que tanto necesitan de Dios. Dios te bendiga mucho en este día.

Boris Torres


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