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¿Quién no necesita de un Salvador?


»Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Juan 3.16

Era el año 1961 cuando comenzaron una serie de experimentos relacionados con el comportamiento humano. En él, se quería probar si los crímenes cometidos por los nazis, fueron perpetrados por personas sádicas y carentes de conciencia. Las condiciones del experimento era que un voluntario (“maestro”), debía seguir la orden de un “experimentador” de aplicar un voltaje a un “alumno” (actor cómplice con el experimentador), cada vez que el alumno cometiera un error. El voltaje máximo era 450[V], y a los 300[V] el “alumno” se desmayaba. Las conclusiones son reveladoras: el 100% de los voluntarios llegó al voltaje 300, mientras que sobre el 60% llegó al voltaje máximo. La pregunta que surge es: ¿somos realmente buenos?. Hoy en día está más que implantado en la mente de muchas personas, la bondad innata de sus vidas. Es normal escuchar no soy tan malo porque no cometo tal delito o pecado. Es más, esta frase lamentablemente se escucha dentro de nuestras congregaciones. Tal vez no de forma directa, pero decimos ”yo gracias a Dios no soy como ese otro hermano” o ”por lo menos no hago lo que hace ese otro hermano”. El problema con esta justicia externa que mostramos, es lo que nos lleva a pleitos y problemas; es esta actitud de superioridad frente a mi hermano, lo que demuestra lo lejos que mucha veces podemos estar de nuestro Señor. La escritura dice de tal manera nos amó, que dio a su hijo para que nadie se pierda. ¡Bendito regalo que hemos recibidos! Las Escrituras son enfáticas al insistir que no es por lo que somos, si no que es por lo que nuestro Señor Jesús ha hecho en la cruz. Cuando ponemos nuestras “obras buenas”, como excusa para juzgar o mirar en menos, es que no hemos entendido para nada la condición de pecado en que estábamos antes de conocer al Señor. El pecado en que vivíamos, no es solo una mancha; es veneno que corrompe todo nuestro ser. Cuando hemos entendido la gravedad de nuestra condición, es cuando amamos más al Señor. (A quién se le perdona más, más ama) La esperanza que tenemos en Cristo es real hoy. Pero el primer paso es reconocer que lo necesitamos. Necesitamos de un Salvador. Y el Señor está con sus brazos, esperando; anhelando que quieras tener una relación con Él. Dios te bendiga en este día.

Boris Torres


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