top of page

Vista completa

Simplemente...Cree


“Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!” ‭‭S.Juan‬ ‭20:27-28‬ ‭RVR1960‬‬

¿Les ha pasado que quieren creer, pero no pueden? Sí, hablo de esos momentos en que lo único que queda es creer en lo que Dios puede hacer, pero por alguna razón nuestra mente se rehúsa a creer de que eso puede ser cumplido. Tomás era uno de los doce, uno que había sido escogido especialmente por Jesús para que fuera testigo de su Ministerio acá en la tierra. Seguramente Tomás ya había experimentado cosas sobrenaturales, como la alimentación de los cinco mil; como los milagros a los ciegos, cojos o mancos; había sido testigo de cómo Jesús había caminado sobre el mar o calmado la tempestad; había visto los demonios salir huyendo de la presencia de Jesús y de muchos tantos milagros y prodigios que el Señor había realizado.

Pero luego de su muerte, su fe tambaleó a tal punto de no creer en su resurrección, pese a que Jesús lo había predicho. Fue tanta la incredulidad de Tomás que dijo tener que introducir sus dedos en las manos traspasadas de Jesús y su mano en el costado para poder creer de que se trataba de Él.

Es fácil juzgar al incrédulo y más cuando se trata de alguien tan conocido por su incredulidad como Tomás, pero no podemos negar que nosotros en muchas ocasiones hemos realizado el papel de Tomás ante muchas situaciones en la vida.

En muchas ocasiones hemos declarado que tenemos fe para poder creer en las cosas maravillosas que Jesús puede hacer y más aun cuando no somos los protagonistas de esas situaciones difíciles en las cuales se necesita esa clase de fe y en donde solo el Poder de Dios puede actuar.

Pero cuando de verdad nos toca el turno de ser protagonistas y vemos frente a nosotros esos gigantes llamados enfermedades, problemas económicos, problemas familiares, desánimos o cualquier nombre que tenga tu gigante, es ahí en donde aquella fe que un día declaramos tener es puesta a prueba.

Lo difícil de todo esto es asimilar en nuestra mente humana e incrédula que Dios puede actuar en dicha situación. A lo mejor muchas veces hemos clamado a Dios, pero detrás de la oración ha estado una sombra de incredulidad, en donde a pesar que estamos declarando con nuestra boca creer en lo que Dios puede hacer, nuestra mente está dudosa sobre los resultados de la actuación de Dios.

Y es que lo mismo le pasaba a Tomás, él había sido testigo del Poder de Jesús, pero pese a todo eso, su mente no le permitía asimilar que había resucitado, algo imposible para su mente, pero posible para Dios.

No sé qué momento puedes estar pasando ahora. Quizás has clamado por alguna petición en especial, pero tu mente no te permite creer que se cumplirá. Hoy Jesús nos motiva a que dejemos la incredulidad de lado para volver a ser creyentes. Eso significa que, cuando lo necesites, Jesús estará ahí presente como respuesta a tu incógnita y te dirá que toques con tu mano su costado y luego de eso responderemos como lo hizo Tomás: “¡Señor mío, y Dios mío!” (v.28).

Dios te bendice.

Óscar Orozco


bottom of page