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Someterse a Dios

  • Oscar Orozco
  • 10 mar 2017
  • 2 Min. de lectura

Someterse a Dios implica renunciar voluntariamente al control de nuestra vida. Y el sometimiento es aquello que más nos cuesta cumplir ya que, por naturaleza, a los seres humanos no nos gusta someternos a nadie. Pero en la vida cristiana y en el ámbito espiritual funciona al revés de lo que el mundo y la naturaleza humana, es la llave que abre la puerta a las bendiciones de Dios. El mundo y su escala de valores nos invita a hacer lo que queramos. Vivimos en un mundo en el que progresivamente el hombre se está convirtiendo en su propio dios, y vive para hacer lo quiera y complacerse a sí mismo. Sin embargo, contradiciendo totalmente lo anterior, Filipenses 2:8 dice de Cristo que “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Al someterse a la voluntad del Padre, se despojó a sí mismo para que la voluntad de Dios pudiera cumplirse a través de su vida, muerte y resurrección. Él asumió vivir aquí como hombre dispuesto a someterse y a estar sin riqueza, posición, estatus e incluso, sin aceptación de los suyos, pues fue rechazado por ellos. Jesús es la máxima expresión de amor a las personas y de sometimiento a la voluntad de Dios. Someternos a los planes de Dios puede implicar sacrificar placeres, bienes, reputación, comodidades, conveniencias, caprichos, como también esas cosas que deseamos y por las cuales hemos hecho planes. "Tomar su cruz" para el cristiano significa morir a los deseos y a la voluntad personal en completa sumisión a Dios e ir a hacer lo que Él nos pida. Que Dios nos ayude a someternos plenamente a Él y a cumplir su propósito con nuestras vidas.

¡Dios te bendice!


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