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Elegimos a quien amamos


1Juan 2:15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.

Cuando uno se pregunta qué es el mundo, a que le llamamos mundo, cuáles son las cosas del mundo, pensamos que se refiere a lo que es malo ante los ojos de Dios. Podemos decir las drogas, los vicios en general; o pensamos en los que roban o por supuesto asesinan; podemos pensar que son la vida lujuriosa o la satisfacción desenfrenada de los placeres. Entonces pensamos que no nos atraen esas cosas por lo tanto no corremos el riesgo de que terminemos amando al mundo. Pero 1 Juan 2:16 dice, que lo que hay que aborrecer del mundo son los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. Entonces debemos entender que lo que desea la carne es la auto satisfacción, primero suplir mis deseos, poner mi gusto antes que los demás. Normalmente el exceso es una satisfacción de la carne. La carne no se satisface nunca. Tenemos que poner freno nosotros. El deseo de los ojos se no hace más obvio, cuando queremos comprar algo. Todo el diseño de los artefactos quieren satisfacer nuestros ojos, por eso luego que compramos algo, ves que hay otro que es más lindo que lo nuestro. El deseo de los ojos conlleva a la ambición y la envidia. La vanagloria de la vida es aquello que no aporta un valor espiritual y eterno a nuestras vidas. Se refiere a lo superfluo, a lo que no tiene virtud o simplemente alimenta nuestro ego. El deseo de sobresalir respecto a los demás. Estos apetitos siempre están en nuestras vidas y nunca se sacian, porque no es posible, son como un bolsillo sin fondo, nunca se llenará el deseo de la carne, ni de los ojos ni de tu ego. Siempre querrás algo más, es como la bebida, no sirve para saciar la sed, siempre quieres más, te puedes llenar pero no saciarte. Es en definitiva una elección, Dios satisface la verdadera hambre del alma, él llenará todo el vacío. Con él te das cuenta que no necesitas nada para ser feliz. Pero el mundo siempre coqueteará contigo. Cuando nuestra relación con Dios decae, dos cosas que hacer: deja este mundo y reconciliate con Dios. No puedes tener ambos a la vez. En el mundo no hay lugar para Dios y Dios no quiere compartirte con el mundo. Ambos demandan que tu seas fiel. A ti te toca elegir hoy.

Pastor Alberto Ríos


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